BUENOS AIRES (Enviado especial Leo Noli).- Este lo entiende, no es ningún gil. Sabe cómo comprar con su carisma a la gente y responde con mimos. Robby Gordon es un hombre de toda la cancha. El yanqui juega con las dos, dentro y fuera de su auto. Y a la muchachada le encanta. Suelto como pocos hijos del Tío Sam, le escurren algunas reglas y atropella con amor a su admiradores.
Se lo ve llegar a la legua. Esta temporada cambió de sponsor, aunque sus ingresos están asegurados gracias a una marca de energizante. Marketinero al mango, Robby entra a la conferencia de prensa con una mochila abarrotada de la bebida que le da de comer. La abre y empieza a repartir. "Es rica, ¿no?", le pregunta a una flaca sumida en la vergüenza. "Me parece que no le gustó", lamenta el clon del hollywodense Alec Baldwin. "No, no, sí", acelera como un rayo la periodista y abre la lata. Salud. Todos brindan a la par de Gordon. No hay conferencia, sino una juntada entre amigos desconocidos.
Llega el momento de darle letra a su nave... y qué nave, por Dios. El Hummer es uno de los autos más atractivos de la carrera. "Es distinto, más chico y menos potente, pero es rápido", afirma el estadounidense, que no para de bromear. "Si no ganamos el año pasado fue porque se demoró en el desierto, vaya a saber por qué", sonríe, y le tira un par de versos románticos a su colega de equipo. "Debe haber estado enamorado de alguna roca o tomado de la mano con su copiloto, ja, ja, ja", lo fulmina entre carcajadas.
El reloj lo apura. "Tengo mal estacionado el coche, je", se excusa este correcaminos que sólo piensa en no perder tiempo. "Si puedo mantener el ritmo puedo ganar. Estoy seguro de que sí", se motiva Robby, a sabiendas de que está a leguas de robarle el protagonismo a BMW y a Volkswagen.
"Espero terminar en el podio como el año pasado; si no, lo voy a extrañar", pide mirando al cielo el rubio, cuyo objetivo, precisamente, era ganar en 2009. "Pensé que podía, pero hubo un problema: los 35 minutos de ventaja que nos sacó Volkswagen (Sainz). Si conseguimos que eso no suceda este año, y que no suframos problemas mecánicos, vamos a ganar", se ilusiona el todo terreno sin pelos en la lengua.
Es momento de regresar al estacionamiento improvisado. La mochila se va sin energizantes, pero colmada de fe y buenos augurios. A Gordon nadie puede desearle mala suerte.